Entendemos como conductas desafiantes aquellas que implican búsqueda de confrontación directa y desobediencia explícita a las figuras de autoridad e incumplimiento reiterado de las normas.
Por ejemplo, si pedimos a un alumno que salga a la pizarra y nos contesta que no le da la gana, ¿qué hacemos?, ¿cómo nos sentimos?: normalmente es fácil contestar con otro desafío como “si no vienes inmediatamente quedas expulsado de clase”. Ante lo cual es normal que nos responda algo parecido a “échame tú, si puedes”; en estos momentos ya hemos caído en la trampa y cada vez nos resultará más difícil controlar la situación; por otra parte nos sentimos fatal, vemos como nuestra autoridad se va a pique y empezamos a perder los estribos.