El cortesano, de Baldassare Castiglione. Venecia. 1528
Habéis de saber señores, que este nuestro Cortesano, hará al caso que sea músico; y además de entender el arte y cantar bien por la partitura, ha de ser diestro en tocar diversos instrumentos. Porque, si bien lo consideramos, ningún remedio mayor ni más honesto para las fatigas del cuerpo y pasiones del alma que la música. En especial en las cortes de los príncipes donde no solamente es buena para desenfadar, más aún para que con ella sirváis y deis placer a las damas, la cuales de tiernas y de blandas, fácilmente se deleitan y se enternecen con ella.
Baldassare Castiglione (1478- 1529) nos ofrece en algunos párrafos de su obra literaria “El
cortesano” la oportunidad de reflexionar en torno a nuevas concepciones de la música, su importancia en la corte y sus consecuencias posteriores. El relato se sitúa en la corte de
Urbino, un ámbito donde confluyen la perspectiva humanista que defiende el código cortés y caballeresco de los intelectuales y el enfrentamiento simultáneo a las continuas guerras de la época. Las armas serán necesarias como defensa pero el buen cortesano deberá poseer una amplia cultura y determinadas cualidades morales que permitan la adecuada instrucción de la corte, su propia instrucción y la de su señor. En esa amplia cultura se incluye la instrucción musical con la idea de que el perfecto cortesano deberá adquirir soltura y elegancia en el arte de la música. El Cortesano describe el modelo de la corte italiana de Urbino, asimilable a otras de la península itálica, que se difundirá también por el resto de Europa. Su texto -en prosa- está planteado como un diálogo en el que varios interlocutores debaten en sucesivas veladas sobre el ideal de las costumbres cortesanas. En esas conversaciones -en las que tiene cabida la moral, la mesura, el uso de la lengua, la pintura y la escultura- la música encuentra su lugar como un arte que además de proporcionar placer y entretenimiento asume una función educativa. El buen cortesano debe ser un excelente músico, pero tan importante como practicar la música es conocer – tal vez establecer- los códigos correctos para su uso.
Portada del Libro de vihuela intitulado El Maestro de Luys de Milán (1536)
Si hablamos de la vida musical profana, hemos de distinguir entre la música que se celebraba en calles y plazas, de la que apenas nos quedan testimonios, y la que se interpretaba en casas de la aristocracia o en la corte.
Para las ceremonias de la nobleza (banquetes y reuniones ociosas, sobre todo), se
contrataban a músicos para que formaran una pequeña agrupación. Hablamos principalmente de instrumentos de viento y cuerda frotada. La danza ocupaba un momento muy especial en estas recepciones. Cualquier personaje de importancia debía practicarla con soltura si quería que se le tuviera en estima y admiración. Escuchemos estas dos danzas de la Inglaterra isabelina: pavana y gallarda, pues habitualmente se agrupaban en parejas, alternando danzas binarias y por pasos con danzas ternarias y por saltos.
Existían otro tipo de veladas de cámara más íntimas, donde podía escucharse música
vocal e instrumental, tanto en conjuntos como solistas virtuosos. Debido al carácter privado, los instrumentos elegidos no tenían una gran potencia sonora: es el caso del clavicordio y del instrumento que vamos a tratar ahora: la vihuela, que en la Península Ibérica desplazó al laúd , rey de las cortes europeas, como instrumento predilecto, puede que por el origen árabe de este.
Escuchemos el sonido de la vihuela con la pieza sobre “Conde Claros” (tema popular de la época) de Luys de Narváez. El intérprete es el fabuloso Hopkinson Smith.
Y a continuación, Paul O´Dette interpretando música para laúd renacentista, de John Dowland, de sus Variete of Lute Lessons publicadas en 1610. Las danzas cortesanas que se bailaban en la época fueron estilizándose hasta convertirse en música puramente instrumental.
No podemos dejar de escuchar la versión de una pieza del mismo Dowland, por dos jóvenes intérpretes: la cantante Nola Richardson y el laudista John Armato.
Por último vale la pena escuchar u ver este vídeo del jovencísimo grupo le Chanardas Chantants, a bordo del “Howarts Express” de Harry Potter.