La polifonía religiosa se cultivó, al principio del Renacimiento, en Francia, Bélgica y
Holanda, donde se creó la escuela flamenca. Los autores más importantes de esta escuela
fueron Guillaume Dufay, Jan van Ockeghem, Jacob Obrecht y Josquin des Prés. Posteriormente, el movimiento se extendió hasta Italia donde surgieron otros grandes
compositores como Giovanni Gabrieli, Orlando di Lasso o Giovanni Pierluigi da Palestrina. En España, el nombre más relevante es el de Tomás Luis de Victoria.
Las formas vocales religiosas más importantes fueron el motete y la misa. Habitualmente, el motete fracciona el texto en frases, y cada una de ellas va a tener su propio tema musical, bien en forma imitativa, bien en homófona. De la sabia utilización de estos dos procedimientos (con otros recursos como el canon o el cantus firmus) nace la belleza del motete. El material melódico solía ser original, aunque a veces los compositores utilizaban
células melódicas procedentes del canto gregoriano.
“Nuper rosarum flores” es un motete isorrítmico a cuatro voces compuesto por Guillaume Dufay para la ceremonia de consagración de la por fin cupulada catedral florentina de Santa Maria del Fiore, que tuvo lugar el 25 de marzo de 1436 y de la que se encargó el mismísimo Papa Eugenio IV. Y es que pasó mucho tiempo desde que se inició el edificio hasta que Brunelleschi fue capaz de colocarle el baptisterio en lo alto del crucero. Está compuesta a cuatro voces, aunque unas veces escuchamos dos y otras veces las cuatro juntas. Las dos más graves suelen tener valores largos, mientras las agudas utilizan notas más rápidas, como viene siendo habitual.
La misa, a mediados del siglo XV se concibe la misa como un todo musicalmente unificado, ya que los compositores buscaban una mayor coherencia y una complejidad formal mayor.
En España, debemos hablar de dos etapas: el Reinado de los Reyes Católicos (con primacía de la escuela flamenca) y el Reinado de los primeros Austrias: Carlos V y Felipe II (con primacía de la escuela italiana). Y citar a compositores de la talla de Tomás Luis de Victoria, Cristóbal de Morales o Francisco Guerrero. De Victoria, escuchemos el motete “Versa est in luctum”, de su Officium Defunctorum, una sobrecogedora misa de réquiem, es decir, un canto fúnebre. El texto es el siguiente:
Versa est in luctum cithara mea, et organum meum in vocem flentium. Parce mihi, Domine, nihil enim sunt dies mei. | Mi arpa se ha transformado en luto y mi órgano en la voz de los que lloran. Perdóname, Señor, porque mis días no son nada. |