Monodia religiosa. La notación del canto gregoriano

La notación neumática utilizaba signos colocados sobre cada sílaba del texto y servían de guía para recordar la melodía que debía ser cantada y que pertenecía a un repertorio conocido de antemano. No indicaban ni la altura concreta del sonido ni el ritmo de la melodía, sino que mostraban el sentido o la dirección que debía tener la línea melódica.

Antifonario de León.

Hacia 1150, estos neumas adoptaron una forma más definida. La escritura musical conoció una importante evolución al sustituir la caña por la pluma de ave, que dejará un trazo cuadrado sustituyendo el sistema de neumas anterior. Es la notación cuadrada.

Misal de París. S.XII.

Alrededor del siglo X comenzaron a usarse líneas para señalar con más exactitud la altura de las notas.  Al principio, una línea roja trazada sobre el pergamino señalaba el sonido Fa y servía como referencia para los demás sonidos. Luego se añadió una segunda línea de color amarillo que representaba un DO. Finalmente, el monje benedictino Guido D´Arezzo (995-1050) añadió otras dos más, creando el tetragrama o pauta de cuatro líneas.

Curiosamente, no existía una norma generalizada para usar un número exacto de líneas, y en algunos manuscritos se pueden ver pautas de cuatro, cinco, seis y hasta diez líneas. Ya en el siglo XVI, el pentagrama se impuso como pauta de uso común. La aparición de la partitura supuso un progreso decisivo en la escritura musical: con la indicación de la altura de los sonidos, era posible “leer” la música y facilitar el aprendizaje.

A Guido D´Arezzo se le debe también, el haber dado nombre a las seis primeras notas de la escala – ut, re, mi, fa, sol, la -, basándose en las primeras sílabas de los versos de un himno del siglo VIII, dedicado a San Juan Bautista. Los seis primeros versos dan el nombre a las notas, la melodía de Guido daba a la primera sílaba de cada verso un sonido diferente, que coincidía con los sonidos de la escala. Con el tiempo la primera sílaba se cambió por Do y se añadió el Si uniendo la “S” y la “I” de los dos últimos versos.

Asimismo, Guido ideó un sistema de aprendizaje de los sonidos, intervalos y escalas que se hizo famoso y fue usado durante muchísimos años, conocido como la mano guidoniana.

La notación neumática, así como la cuadrada, supusieron grandes progresos en la escritura musical, pero no quedaba claro el ritmo. Era pues necesario introducir la dimensión de tiempo – duración-. Surge así la notación mensural (S. XIII), en la que las notas tiene forma diferente según su duración).

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