Antes de comenzar con la historia de la música, comparto un estupendo cómic que aborda la evolución de la música desde la Prehistoria y que puede descargarse de forma gratuita aquí.
En la imagen, “El concierto del huevo” (óleo sobre lienzo, que se localiza en el Museo de Bellas Artes de Lille, Norte-Paso de Calais), de El Bosco.
Para que la audición resulte activa, se requiere una participación del oyente, que debe descubrir las estructuras subyacentes en la música, analizarlas y poder elaborar un juicio crítico que le permita una proximidad (o no, en el que caso de que no cumple sus expectativas o sencillamente le disguste) con la música escuchada.
Modelo de análisis de una obra “clásica”.
√ Obra y autor.
√ Género: instrumental o vocal; profano o religioso; música pura o descriptiva; funcional o de
Llamamos textura a la forma en que se organizan los sonidos en una obra musical. La música medieval, tanto religiosa como profana, era en principio monódica. Con el surgimiento de la polifonía, se añadieron nuevas voces a la voz original del canto llano. Así, debemos distinguir entre monodia y polifonía, pero también entre homofonía, contrapunto o melodía acompañada, todas ellas polifónicas.
Canto gregoriano. “Puer natus est”:
Polifonía. Organum “Viderun Omnes”. Leonin:
Homofonía “Ay, triste que vengo”. Juan del Encina:
Es el “color” que las propiedades fisiológicas u organológicas de una voz o instrumento les confieren. Igualmente, las diferentes combinaciones dan lugar a nuevos “colores”.
Dos o más notas juntas forman un acorde. Los acordes, enlazados, producen una armonía que en el sistema tonal se fundamenta en la dualidad tensión/distensión. Los grados tonales sobre los que se construyen los acordes de subdominante y dominante (este, especialmente) son los que generan esa tensión; el constituido desde la tónica, el que la resuelve. Gran parte de las canciones populares se basan en este principio:
En las canciones “Guantanamera” y “Twist and Shout”, los acordes con los que se acompañan ambos temas son los de tónica, subdominante y dominante (en la tonalidad de Do Mayor, serían: Do Mayor, Fa Mayor y Sol Mayor; en La Mayor: La Mayor, re Mayor y Mi Mayor; en Re Mayor: re Mayor, Sol Mayor y La Mayor).
Un compositor puede agrupar los sonidos, además de ateniendo a la altura, como ya hemos visto, en función de su duración y sus acentos, organizándolos en compases binarios o ternarios, simples o compuestos.
Esta marcha, perteneciente a la ópera “Carmen”, del frances George Bizet, está escrita, como toda marcha, en ritmo binario.
Sin embargo, el vals de la segunda Suite de Jazz del compositor ruso Shostakovich es, como todo vals, ternario.
Cuando los acentos no recaen en el tiempo fuerte sino en el débil, hablamos de melodía asincopada. Es es el caso del ragtime, un género que se popularizó a finales del siglo XIX, que proviene de la marcha y que antecede al jazz.
Si combinamos un compás binario con otro ternario, desplazamos los acentos, originando una riqueza rítmica que muchos autores han sabido aprovechar. Así, nos encontramos con la hemiola barroca en el “Vi ricorda, o boschi ombrosi“ de la ópera “L´Orfeo”, de Claudio Monteverdi:
También, palos del flamenco como la petenera o la bulería utilizan esta combinación. Por ejemplo, “Anda jaleo”, de Federico García Lorca:
O en el tema principal de la banda sonora de “Misión Imposible”, que escribió Lalo Schifrin:
Podemos decir que una melodía es una sucesión de notas de diferentes alturas y duraciones organizadas de manera que tengan un sentido musical. Algunos rasgos melódicos son:
a.- El contorno o perfil (ascenso, descenso).
b.- El ámbito (estrecho, medio, amplio).
c.- El movimiento (pasos -grados conjuntos-, saltos).
d.- La estructura (repetición, variación de motivos…).
e.- El fraseo.
Veamos dos ejemplos de movimientos por pasos y ámbito estrecho, el primero, y de movimiento por saltos y ámbito amplio, el segundo.
La música es para mí como una bien amada embrujada. Paul Klee (1879-1940).
Es posible disfrutar de la música de forma superficial, pero acceder a las grandes creaciones para poder deleitarse con ellas requiere de un conocimiento que proporciona un disfrute mucho más profundo. En este sentido, conocer sus fundamentos permite una mejor degustación, igual que conocer los ingredientes y la forma de elaboración de un plato ayuda a que el comensal lo saboree más satisfactoriamente.
En la música, los ingredientes que un compositor utiliza y combina tienen que ver con los cuatro parámetros físicos que se corresponden con las cuatro cualidades del sonido: la altura, la duración, el timbre y la intensidad. La intensidad nos permite distinguir fuertes y débiles; la altura, sonidos graves y agudos; la duración, cortos y largos; el timbre, sonidos cuya altura, duración e intensidad son coincidentes.
A partir de estas cuatro cualidades, nos encontramos una serie de conceptos derivados de estas: la melodía, la armonía, la textura, el ritmo, la dinámica, el color… Con todo ello (y, por supuesto, con el silencio) se crea la música, un arte que, según el filósofo Eugenio Trías, tiene condición de “arte ambiental, para ser habitada, capaz de propiciar atmósfera, edificio sonoro sobre el aire”; de arte ambiguo, por su “actividad edificante sobre el inexorable eje fluido del sucederse del tiempo”. Dispongámonos a buscar las claves que nos ayuden a apreciarla.
“Todo comienza tiene su encanto”, decía Goethe. Hoy, cinco días después de iniciar una nueva etapa como profesor de música, recupero este blog de recursos musicales, con “Un sarao de la chacona”, interpretado por Los Músicos de Su Alteza, formación que dirige mi admirado Luis Antonio González Marín. La chacona es una danza originalmente festiva e incluso erótica (fue perseguida por las autoridades eclesiásticas por lo licencioso de sus movimientos). Procede de Hispanoamérica (“indiana enmulatada” la llamó Cervantes) y fue popular en España a finales del siglo XVI. Su ritmo es ternario y se basa en el obstinato (una serie de acordes repetidos constantemente). Uno de los autores que recurrieron a esta danza fue Juan Arañés (ca. 1580-ca. 1649), Maestro de Capilla de la Embajada española en Roma y autor del «Libro Segundo de tonos y villancicos» (año 1624), al que pertenece esta música.