Un compositor puede agrupar los sonidos, además de ateniendo a la altura, como ya hemos visto, en función de su duración y sus acentos, organizándolos en compases binarios o ternarios, simples o compuestos.
Esta marcha, perteneciente a la ópera “Carmen”, del frances George Bizet, está escrita, como toda marcha, en ritmo binario.
Sin embargo, el vals de la segunda Suite de Jazz del compositor ruso Shostakovich es, como todo vals, ternario.
Cuando los acentos no recaen en el tiempo fuerte sino en el débil, hablamos de melodía asincopada. Es es el caso del ragtime, un género que se popularizó a finales del siglo XIX, que proviene de la marcha y que antecede al jazz.
Si combinamos un compás binario con otro ternario, desplazamos los acentos, originando una riqueza rítmica que muchos autores han sabido aprovechar. Así, nos encontramos con la hemiola barroca en el “Vi ricorda, o boschi ombrosi“ de la ópera “L´Orfeo”, de Claudio Monteverdi:
También, palos del flamenco como la petenera o la bulería utilizan esta combinación. Por ejemplo, “Anda jaleo”, de Federico García Lorca:
O en el tema principal de la banda sonora de “Misión Imposible”, que escribió Lalo Schifrin: