Universo de Laplace versus superstición maya

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Pierre Simón Laplace (1749-1827), matemático francés, sistematizó la física y la cosmología de Isaac Newton, detectando las anomalías en el sistema. Formuló un principio que ha recibido su nombre (“principio de Laplace”), según el cual puede predecirse el estado exacto de un sistema mecánico conociendo sus condiciones iniciales. El determinista Laplace, apartó del mundo la correctora y protectora mano del Dios con atributos de relojero que el teólogo Newton había incorporado a su Ley de Gravitación Universal. La gran aportación de Laplace está en relación con la demostración de que el mundo, y ello al margen de que posteriormente sus aportaciones hayan sido cuestionadas, era mucho más estable de lo que se creía.

El universo de Laplace espantaba los temores de un cataclismo cósmico. Dos siglos más tarde, los últimos días de 2012 han servido para ver hasta qué punto grandes áreas de “la generación más preparada de la Historia de España” y muchos de sus medios de información, entre bromas y veras, daban pábulo a la extravagante teoría maya del fin del mundo, si no en la estricta creencia de un colapso físico, en la fe en un giro espiritualista que acaso sea aún más infantil que los pavores del tiempo aludido. Contra semejantes delirios sigue siendo muy útil la nada supersticiosa obra de Laplace.

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Nietzsche y la felicidad

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“El ser humano no aspira a la felicidad; sólo el inglés hace eso.”(“Crepúsculo de los ídolos“)

(Hoy podríamos parafrasear a Nietzsche y decir “no todos persiguen la felicidad, sólo los que leen libros de autoayuda”).

“¡Qué importa la felicidad!, respondió Zaratustra. Hace ya mucho tiempo que yo no aspiro a la felicidad, aspiro a mi obra” (“Así habló Zaratustra“)

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Demarcación de las ciencias

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“… la extensión ulterior de la denominación “Facultades de Ciencias” a los casos de disciplinas tales como la Pedagogía, la Economía, la Política, la Información (Facultad de Ciencias de la Educación, Facultad de Ciencias Económicas, Facultad de Ciencias políticas, Facultad de Ciencias de la Información, &c.) es un fenómeno ideológico administrativo, relativamente reciente, cuya crítica corresponde a la Teoría de la ciencia.(Gustavo Bueno, filósofo).

La extensión de lo “científico” de esta forma obscura y confusa y su exceso debe enmarcarse en un determinado contexto histórico, entre 1815 y 1915, directamente asociado a la revolución industrial y a la reorganización social y urbanística que supone. Puede decirse que el proyecto de las “ciencias del hombre” es un proyecto caraterísticamente burgués.

Este uso obscuro de la idea de “ciencia” se establece sobre la base de rendimientos socio técnicos muy precisos, relativos a un tratamiento complejo de las relaciones sociales de producción en relación a instituciones como fábricas, escuelas, hospitales, prisiones y otras derivadas de éstas, en el límite a la figura de la ciudad moderna.

¿Es la Economía una ciencia?

En el 2000, en la ciudad de Lisboa, el Consejo Europeo afirmó que dentro de diez años la economía europea se convertiría “en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social” (Consejo Europeo, 2000).

¿Es la Historia una ciencia?

Estudiando los relatos y reliquias de que disponemos acerca de la Segunda Guerra Mundial y centrando ese estudio sobre el Holocausto Judío, se va descubriendo que existe un movimiento en que historiadores negacionistas van tejiendo su interpretación de esas reliquias y relatos.

En la lección que estudiamos, el hecho de que existan situaciones alfa y beta operatorias cuando se opera con los términos de los campos categoriales de las ciencias, nos mete de lleno en el problema de la Historia como ciencia beta operatoria en la cual el sujeto operatorio no puede construir un cierre categorial por estar inmerso él mismo en las operaciones.

En el presente artículo un prestigioso historiador inglés abrió la polémica entre los estudiosos. Tres historiadores argentinos lo analizan y se preguntan por nuestro pasado reciente.

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Idea de Ciudadanía

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He aquí un documento sobre unos indignados desnudos ante los funcionarios de la policía, que en la madrugada del 16 de mayo de 2012 (en el contexto de la celebración del primer aniversario del llamado “movimiento 15M”) proclamaban lo siguiente: “No quiero ser español ni ciudadano”.

Una vez observado el vídeo, debéis realizar un comentario crítico relacionado con las dos obras de Platón leídas, “Apología de Sócrates” y “Critón, tratando de explicitar lo que Sócrates les replicaría a estos indignados por su postura adánico-primitivista.

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Mitología del veganismo

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Un ejemplo de fundamentalismo vegano. Un bebé de 11 meses con lactancia materna exclusiva por una madre vegana ha muerto y los padres están acusados de negligencia; la autopsia indicó que el bebé sufría de deficiencias de la vitamina B12 y la vitamina A, ambas fundamentales para el desarrollo de un niño, y que no se pueden extraer de una dieta vegetariana (pincha en la imagen para leer más).Pero desde algunas posiciones “científicas” hasta el veganismo es cuestionado. A mí, leído el artículo, me surgue alguna que otra duda: ¿cómo puede hablarse de sentimientos sin la psique, sin cerebro, sin neuronas, sin sinapsis, etc.?

Pero también hay quien incluso practica alguna otras vía “alimentaria” como la inedia. Claro que, uno no entiende muy bien cómo hacerlo compatible con la Ley de de Conservación de la Energía.

¡Que aproveche!

Los vegetarianos son menos sanos

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Mitología ecologista

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El creador de la “teoría” de Gaia, James Lovelock, admite no haber creado en realidad sino alarmismo. Y reconoce también que documentales como los de Al Gore, “Una verdad incómoda” (vídeo propagandístico profusamente distribuido en los colegios e institutos de enseñanza media en toda España), o “Los hacedores del clima”, de Tim Flannery han pecado también de alarmistas. Así, declara:

He sido un alarmista respecto al cambio climático

El problema es que no sabemos lo que el clima está haciendo. Creíamos que lo sabíamos hace 20 años. Lo que motivó libros alarmistas -incluido el mío- porque parecía muy claro, pero no es eso lo que ha sucedido.”

De acuerdo, cometí una falta.”

El fundamentalismo ecologista era tal que incluso el gobierno anterior de España, del PSOE, decidió incluir el “cambio climático” como materia obligatoria para los estudiantes españoles en la asignatura que ese mismo gobierno creó, “Educación para la ciudadanía”, a pesar de que numerosos científicos ya entonces dudaban de los datos apocalípticos que se ofrecían.

Toda una red de intereses creados – ecologistas, pedagogos, científicos, profesores, políticos- a base de cátedras, becas, másteres, donaciones, subsididos, ayudas y premios, se dedicaron a la publicitación de esta ideología. Dosis de ideología al servicio de poderosos grupos de implantación planetaria (por ejemplo, intereses económicos de empresas energéticas radicadas en determinados Estados en dialéctica con los intereses de otras empresas y Estados) que están haciendo un negocio redondo con estas teorías.

Al menos, es de agradecer que el señor Lovelock admita que sus especulaciones sobre el “calentamiento global” eran sólo eso, especulaciones. Pero el que parece no desdecirse es James Hansen, director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, quien sembró la alarma del “calentamiento global” en el Congreso de los Estados Unidos en 1988, aprovechando el verano muy caluroso que hizo entonces en Washington y en todo el nordeste de Estados Unidos. Exageró el bautizado “calentamiento global” y sus peligros catastróficos. Los dueños de los periódicos aprovecharon el filón y hasta hoy han seguido explotando ese alarmismo.

El ecologismo (a diferencia de la Ecología) parece ser más bien una vaga filosofía moral que una ciencia en sentido natural. Mejor que un catálogo de verdades objetivas, una “sensibilidad” que impregna análisis vinculados siempre de un modo directo o indirecto con las sociedades humanas (antropología ecológica, ecología económica, “eco-feminismo”, etc.) y su posicionamiento político (más aún en un mundo “globalizado”).

Para que la “ecología” funcione como verdadera ciencia es necesario que posea capacidad para rectificar y falsar sus propias teorías y predicciones, y no dependa con ello de la arbitrariedad del sentimiento. Sin embargo, como en todas las “ciencias humanas” (y no es que existan “ciencias no humanas”), es muy difícil separar los núcleos de verdad de las demás presiones ideológicas, políticas y sociales que habitualmente las envuelven. No poder distinguir entre una esfera propiamente científica y otra más claramente ideológica o incluso mitológica puede derivar, sin embargo, en formas de “fundamentalismo ecológico” que no sólo sean dudosamente científicas, sino incluso moralmente dañinas.

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