Quien sabe no opina

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Breve y contundente exposición de filosofía platónica. Doxóforo era como Platón denominaba despreciativamente a aquellos cuyas palabras en el Ágora iban más rápidas que su pensamiento, y que a través de su opinión trataban de lucrarse u obtener un beneficio personal. Hoy en día, proliferan en todos los medios este tipo de profesionales y la sección de opinión es una de las prioritarias para las cadenas de televisión y radio.

En unos tiempos en los que el pensamiento capaz de elaborar interpretaciones rigurosas de la realidad, capaz de orientar transformaciones fructíferas de la misma, es muy escaso, asistimos, perplejos, a una gran paradoja: los medios de comunicación social se pueblan de “pensadores” (o “personajes” en el papel de pensadores) que reparten por los informativos rosas o amarillos, las tertulias eruditas o frívolas, los reality-shows casposos o aventureros, sus opiniones y sentencias…

Pero si de opinar se trata, hagamos caso a lo que escribe Séneca al respecto:

“Aéstimes iudicia, non númeres.” (Epíst. ad Lucilium, 39). Las opiniones deben valorarse por su contenido, no por su número.

Y leamos esto otro de Ortega y Gasset:

«Cualquiera puede darse cuenta de que en Europa, desde hace años, han empezado a pasar “cosas raras”. Por dar algún ejemplo concreto de estas cosas raras, nombraré ciertos movimientos políticos, como el sindicalismo y el fascismo. No se diga que parecen raros simplemente porque son nuevos. El entusiasmo por la innovación es de tal modo ingénito en el europeo, que le ha llevado a producir la historia más inquieta de cuantas se conocen. No se atribuya, pues, lo que estos nuevos hechos tienen de raro a lo que tienen de nuevo, sino a la extrañísima vitola de estas novedades. Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones. He aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón. Yo veo en ello la manifestación más palpable del nuevo modo de ser las masas, por haberse resuelto a dirigir la sociedad sin capacidad para ello. En su conducta política se revela la estructura del alma nueva de la manera más cruda y contundente; pero la clave está en el hermetismo intelectual. El hombre medio se encuentra con “ideas” dentro de sí, pero carece de la función de idear. Ni sospecha siquiera cuál es el elemento utilísimo en que las ideas viven. Quiere opinar. De aquí que sus “ideas” no sean efectivamente sino apetitos con palabras, como las romanzas musicales». (La rebelión de las masas).

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