El acoso escolar tiene unas determinadas características que lo diferencian de malas relaciones entre compañeros y de otros problemas de convivencia. Es muy importante que podamos distinguirlo de otros problemas para poder ofrecer una respuesta adecuada a este grave problema.
Por ello, el acoso escolar se define como un comportamiento prolongado de insulto verbal, rechazo social, intimidación psicológica y/o agresión física de unos alumnos hacia otros, en los que el agresor o los agresores establecen una relación de dominio hacia la víctima. Como consecuencia, la relación de la víctima con el agresor es de sumisión y existe una clara desigualdad de poder entre agresor-es y víctima.
Estos comportamientos y esta relación de dominio- sumisión se prolongan en el tiempo y de forma reiterada. Esta duración es un elemento definitorio para poder calificar una situación de “acoso escolar” frente a otras situaciones. Incluso pueden ser años.
En este acoso escolar, dado que las relaciones sociales entre los iguales están configuradas sobre el esquema dominio- sumisión, las actividades y hábitos sociales siguen la ley del “más fuerte”.
En la realidad cotidiana, el acoso incluye el desprecio (directo o indirecto), la falta de consideración , la difamación, el aislamiento social, la sustracción o deterioro de materiales o posesiones y los malos tratos (físicos y verbales). En algunas ocasiones, la nuevas tecnologías ( redes sociales, móviles) son utilizadas en estas situaciones.
En otro tipo de conflictos sociales, las relaciones sociales se establecen de igual a igual. No hay interés por dominar al otro y su duración se limita al tiempo que dura ese conflicto.
Hay tres tipos de protagonistas en el acoso escolar: las víctimas, los agresores y los espectadores
Para las víctimas, su imagen y valoración personal, en fase de construcción durante la adolescencia, queda seriamente deteriorada. Son alumnos que crecen con la sensación de invalidez social, miedo y humillación. Incluso esta situación, puede producir una vinculación patológica con la víctima, amparada en el miedo, el silencio y la vergüenza. Evidentemente, el rendimiento académico, las relaciones sociales y la vida diaria se deterioran.
Los agresores crecen con la sensación de impunidad, de no tener escrúpulos morales, ni de empatía ( ponerse en el lugar del otro). Suelen tener una especie de anestesia afectiva, que les impide hacerse cargo del mal que están inflingiendo a otras personas. Pueden tener una valoración de sí mismo elevada pero errónea. Suelen buscar la complicidad de otros y minimizar sus actos diciendo que son bromas o justificando su agresión ( ” se lo merecía”)
En el caso de los espectadores, la impunidad de los acosadores produce escándalo pero a la vez miedo. Nadie quiere finalizar como blanco de los acosadores y pasan por alto estos sucesos. Con su silencio mantienen la situación
¿Dónde es más frecuente? En los lugares y momentos donde los abusadores interpretan que existe impunidad: lugares no vigilados o situaciones, donde entienden que pueden ser impunes ( puede ser incluso dentro de una clase)
Una respuesta a “¿De qué hablamos cuando hablamos de acoso escolar?”